Uno de los “personajes” más reconocidos de la
zona histórica de Valparaíso nos ha dejado, quizás el nombre de José Luis Ávila
Contreras no resuene mucho entre quienes conviven y transitan por el sector más
popular del Barrio Puerto; pero si hablamos del Luchito o el Cojo Lucho,
seguramente muchos de los porteños que diariamente trabajan y circulan por los
sectores de La Matriz y la Plaza Echaurren sabrán de quien nos referimos.
Nacido en la ciudad de Yumbel, un 15 de marzo
del año 1955, nuestro recordado Luchito desde muy pequeño debió convivir con la
tragedia, ya que a la edad de 8 años, perdió su pierna izquierda en un
accidente producido por el paso del ferrocarril; según él contaba, este
lamentable hecho ocurrió como consecuencia de una jugarreta de niños.
Con los años, y una vez llegado a Valparaíso,
debió desarrollar varias actividades para poder sobrevivir; fue lustrabotas, mariscador, entre otras
ocupaciones informales propias de la calle. También sabemos que tuvo una esposa
y una hija, la Totó y la Toti, como eran conocidas; pero ambas partieron de
este mundo antes que él; una pena que él siempre compartía con aquellos
que lograban conquistar su confianza.
Su vida, sin lugar a dudas, fue muy diferente
a la de la mayoría de las personas, y no estuvo exenta de complicaciones;
incluso, nuestro aludido Luchito, tuvo que vivir la dolorosa experiencia de pasar
un tiempo en la cárcel; lo cual lo hizo
ser un reconocido personaje entre los “bajos mundos” del Barrio Puerto.
Con el paso de los años, decidió asentarse en un pequeño sitio eriazo
ubicado entre calle Blanco y Cochrane, en medio de un par de edificios, muy cercano al sector de la Aduana; ahí,
durante varios años tuvo una pequeña vivienda que lo cobijaba del frío y la
lluvia en el invierno, y que le otorgaba refugio durante el resto del año, siempre
acompañado de su fiel perrito. Imposible dejar de destacar la notable
“habilidad” que tenía Luchito para treparse por la pandereta, ayudado solo por
su inseparable muleta, y así poder ingresar y salir de su morada.
En estos últimos años de su vida, él supo
vivir gracias a la caridad de los transeúntes, conocidos y amigos que circulan diariamente
por estos lares; principalmente era habitual verlo pedir limosna a la salida de
la fiambrería Sethmacher, en la plaza Echaurren, a la entrada de la calle
Serrano, y en los alrededores de la plaza Sotomayor (especialmente en los
veranos).
Afortunadamente, Luchito siempre se las
arreglaba para tener lo necesario para sobrevivir el día a día; conocida fue su
constante presencia a la entrada del restaurante Los Porteños, lugar en el que
era común encontrarlo a la hora de almuerzo disfrutando de una comida caliente y reparadora, esto debido
a sus buenas “relaciones públicas” con los trabajadores de aquel local. Asimismo,
la corporación Remar y el comedor comunitario 421 de la iglesia La Matriz,
fueron dos de sus destinos habituales en donde podía recibir su alimento
cotidiano y vestimentas.
Nuestro célebre amigo no estuvo
exento de alguna crónica o reportaje, debido a su calidad de personaje popular;
recordada es una entrevista otorgada al diario La Estrella de Valparaíso, en el
que fue catalogado como “el último Choro del Puerto”; incluso en el año 2015, nuestro
ilustre amigo, fue el protagonista de un video musical producido por la banda
porteña Molo.
Pero lamentablemente, el hecho de vivir
expuesto a temperaturas bajas durante la noche, y la falta de comodidades y
condiciones básicas de vida para cualquier ser humano, hicieron que la salud de
Luchito fuera mermándose en estos últimos meses de su vida; aunque logró
recuperarse de una grave anemia, que lo tuvo muy delicado a principios de este
año; no pudo sobreponerse de una complicada neumonía que finalmente lo llevó a
la muerte el pasado día 18 de julio del 2019.
Así se apagó la vida de nuestro estimado amigo,
quien a pesar de su poca educación (era analfabeto), solía estar siempre
disponible para una buena charla, especialmente con aquellos que, más allá de
ofrecerle un donativo o un saludo, se animaban y se daban el tiempo de
compartir una buena conversación.
Se extrañará su
apacible caminar por estos lugares llenos de nostalgias, su característico golpeteo
al transitar por los rincones de este Puerto mágico, en donde cada cierto
tiempo, se van apagando las vidas de quienes supieron convivir con las alegrías
y tristezas propias de la indigencia… pero quiero creer que quizás el Luchito
no se ha ido completamente, y que solo está por ahí, escondido, esperando que
alguien lo salga a buscar y le dé la oportunidad de poder decir, al igual que el
nombre del video musical que protagonizó para la posteridad:
“Un, dos, tres
por mí!”
Dedicado a nuestro querido amigo José Luis
Ávila Contreras, o simplemente “el Luchito”.
Equipo Ecomapu.
Texto: Esteban Tacul
Edición: Cristian Uribe
Foto: Ayrton Pereira